| dc.description.abstract | Lo que en un tiempo fue sólo imaginación de novelistas, hoy es una realidad concreta. Mediante la utilización de seres vivos o parte de ellos se logra modificar o mejorar animales o plantas, o desarrollar microorganismos con características deseadas. El método: la transgenia. La transgenia no es nueva, nada se ha inventado, sólo se ha reproducido un proceso que siempre existió en la naturaleza. La revolución transgénica remece al mundo con la promesa de dar más y mejores alimentos a la población, reduciendo el uso de pesticidas, mejorando la calidad nutritiva y los rendimientos de cosechas, pero también esta situación ha provocado temores en ambientalistas y consumidores que afirman que los alimentos transgénicos amenazan la biodiversidad; que generarían resistencia a pesticidas creando super malezas y que ocasionarían problemas de salud. El caso es que, hasta ahora y a pesar de las objeciones, no hay pruebas de daño al hombre ni al medio ambiente. Tampoco la opinión es taxativa en sentido contrario. Por otro lado, la ciencia y la legislación caminan a paso muy distinto. La ciencia, rápida y curiosa como es, muchas veces deja atrás a la legislación que, más cauta y preocupada de todos los detalles, a veces se queda en el camino. La transgenia no sería la excepción. Pocos temas como éste son más complejos de abordar normativamente. El largo camino que va desde la modificación de la célula vegetal hasta el consumo del alimento transgénico, parte en la biología y termina en las relaciones internacionales, pasando por la ecología, la salud, la economía, la ética, la política. En fin, tantas variables como la intervención de un organismo vivo implican. En el aspecto legal Chile se regirá por el protocolo de Montreal sobre bioseguridad que regula el movimiento transfronterizo de OMG (organismos modificados genéticamente). Éste establece las bases para el comercio internacional sin arriesgar la biodiversidad biológica y humana. Chile ya lo ratificó, pero aún no entra en vigencia. Cada país deberá modificar la legislación respectiva, para no entrar en conflictos con las normas internacionales. En Chile se realizan siembras de carácter experimental y de reproducción de especies transgénica pero las semillas producidas luego deben ser reexportadas. Esta actividad es controlada por el SAG. No existen regulaciones correspondientes al manejo, transporte, comercialización, consumo animal y humano de estos productos, dándose la paradoja de que mientras que existe la prohibición de sembrar semillas transgénicas, la importación de alimentos de este tipo no tiene ninguna traba. El Ministerio de Salud está encargado de crear las condiciones necesarias para establecer una comercialización segura para la salud de las personas, donde se estaría trabajando y se espera una próxima publicación de un decreto de etiquetado que permitirá al consumidor hacer uso de la libertad para elegir con conocimiento. La percepción pública es crucial para lograr un consenso entre ciencia, política e intereses comerciales. Por ello, es importante analizar seriamente tanto los beneficios como los riesgos del uso de esta biotecnología, y especialmente cautelar que la información que llegue al consumidor tenga fundamento científico. Se requiere reconocer que el uso de la biotecnología es una herramienta de cuyo uso Chile no puede quedar fuera y que las decisiones sobre esta materia no deben carecer de una base cierta. | |